el cuerpo es proliferación de lo sensible. está incluido en el movimiento de las cosas y se mezcla con ellas con todos sus sentidos. entre la carne de la persona y la carne del mundo no existe ninguna ruptura, sino una continuidad sensorial siempre presente. el individuo sólo toma conciencia de sí a través del sentir, experimenta su existencia mediante las resonancias sensoriales y perceptivas que no dejan de atravesarlo.
cada sociedad dibuja así una “organización sensorial”. frente a la infinidad de sensaciones posibles en cada momento, una sociedad define maneras particulares para establecer selecciones planteando entre ella y el mundo el tamizado de los significados, de los valores, procurando de cada uno de ellos las orientaciones para existir y comunicarse con el entorno.
las cosas no existen en sí; siempre son investidas por una mirada, por un valor que las hace dignas de ser percibidas. la configuración y el límite de despliegue de los sentidos pertenecen al trazado de la simbólica social.